viernes, 29 de agosto de 2014

UN PEZ EN LA TIERRA

Necesito del mar. Busco el mar. Y el mar me busca a mí. Una vez al año. Por lo menos. Necesito tocar la arena, sentir el agua, y volver a mí. A mi lugar, a recargar el cuerpo con la energía y el caos de las olas. A respetarlas, para que me respeten. Bucearlas. Sentir la fuerza del agua y del mundo moviéndose. Dejarme dominar y arrastrar a dónde me quiera llevar; dominarlo. Disfrutarlo. Dejar que cada partícula de agua me atraviese. Mirar y contemplar la inmensidad del mar, y la pequeñez de mi humanidad. Y recordar todos los días que no soy más que eso. Que no soy más que un punto en el espacio, una subjetividad de la materia, una célula, flotando en el mar, con el mar. Nadar algunos kilómetros y dejar de ver todo punto de referencia. Escuchar al mundo, y a la naturaleza, la que tanto susurra y no escuchamos en el bullicio de la ciudad, y en el engaño de la cabeza. Escuchar el silencio, mi respiración, el movimiento, el latido del corazón. Cerrar los ojos. Acostarme y mirar el cielo. Jugar con las formas, y la imaginación. Y pensar en nada. Y pensar en todo. Cantar. Gritar lleno de vida hasta erizar cada centímetro del cuerpo. Y bailar el ciclo de las olas como una canción y volver a ser esa nota del pentagrama que desea ser tocada para quedar suspendida en el viento. Sumergirme a lo profundo y salir casi con la última bocanada de aire lentamente. Volver a la costa y extrañar de nuevo el mar. Abrazar la arena, el agua y el viento. Sentir mi cuerpo cansado. El sol en la piel. La sal en los labios. Ser un pez fuera del agua. Fuera de esa agua persistente. Esa agua que no entiende de contenciones. Que todo lo abarca. Que filtra a través de las rocas, las penetras, las parte, las moldea, las hace minúsculos granos, las desgasta a lo largo de cientos de miles y millones de años. Avanza. Nunca se detiene. Si se estanca se pudre, pero así y todo permite la vida. Produce vida. Arrasa con todo. Toma diferentes formas, pero siempre está ahí: en todos lados. Divide la tierra. Pero permite puentes. Baja de las montañas y llora en sí misma. Se recicla. Se nutre. Se limpia. Sube, busca su lugar. Estalla contra las escolleras. Se rompe en mil pedazos y vuelve con más fuerza. Llueve. Se alimenta de sí. Es un elemento en sí mismo. Sencillo. Transparente. Y cómo todo lo bueno e incondicional, nunca será tan importante cómo cuando no esté, o esté tan contaminado que deje ser lo que es. Somos agua. Casi todo y hasta nuestro cuerpo está formado por ella. Y cuando se siente lejos de sí misma, nos pide que la bebamos a gritos. La lloramos. La derrochamos. La utilizamos. La filtramos. La nadamos. La buscamos. El agua busca reencontrarse con el agua. Es confidente. Es testigo de los besos más dulces, de los abrazos más sentidos, de las esperas más largas, del frío y del calor, de largas caminatas, de conversaciones, de naufragios, de viajes, de historias, de secretos, de amores, de guerras, de todos los momentos de la vida, de los más sublimes, de los más duros, de los más hermosos. Sueño con el mar y más quiero ser agua. Un pez en la tierra es un ave en el mar. Las hojas son del viento, mi cuerpo, del mar...







sábado, 16 de agosto de 2014

EL DILEMA DE LA LIBERTAD

Corría y corría. No paraba de correr. Sudaba. Frío. Y caliente a la vez. No miraba para atrás pero sentía la respiración de los perros que lo venían persiguiendo. Y de las botas, y de los palos y los metales que venían barriendo con todo a su paso para alcanzarlo. Veinte semanas esperando lo que no podía esperar más. Veinte semanas y un poco más también. Porque antes de escapar del penal de máxima seguridad tuvo que sortear muchos obstáculos. Tuvo que correr entre el escaso follaje, tuvo que cruzar terreno pantanoso, un afluente, una caño de desagües cloacales, un pasaje cavado en tierras desmoronables, una habitación fría y húmeda toda revestida por completo de láminas de roca, y guardias, y horarios, y herramientas para fabricar otras, y el desarrollo del plan, y el silencio, y las trampas, y la manera de evitar controles, y el permanecer en el lugar sabiendo que escaparía, y que no sabría si pudiera lograrlo hasta que lo hubiera realizado y estuviera a salvo, y la idea, y las ganas de llevarla a cabo. Y días y noches trabajando a destajo, y sin dormir, para ganarse la libertad.
Y en ese momento mientras estaba corriendo le empezó a pasar por la cabeza que ya no sabía para qué quería tanta libertad. Se encontró pensando que era demasiada, y que no podría con tanto, y a parte, ¿para qué? Porque de una forma u otra lo atraparían algún día, y tanta libertad de poder hacer lo que quisiera, sin dañar a nadie por supuesto, y hacer esa nueva vida no le servía de nada porque no podría disfrutar plenamente del lugar que lo estaba rodeando y que se estaba perdiendo de sentir y de vivir, queriendo aspirar por primera vez el fresco aire nocturno. Y empezó a trotar y empezó a caminar y llegó al acantilado. Y en el borde de la cornisa se dio vuelta y miró a sus perseguidores y les dijo: “Vivir y morir, para mí es lo mismo, dado que ustedes no me quieren libre, si el vivir significará está monotonía de vivir de esta manera, vivir así es morir, prefiero entregarme a la incertidumbre de la muerte o del abismo, que significa no saber qué me va a ocurrir mientras este cayendo, arriba o abajo o vaya uno a saber dónde, ¡¡¡Libertad hasta la médula!!!”.


Y se arrojó.




viernes, 1 de agosto de 2014

SUEÑO DE HOY Y MAÑANA

Hoy por la mañana desperté soñando tu cuerpo junto al mío. Los dos en la cama. Desnudos. Como el otro día, como hace unos días. Como aquellos días. Y no estabas pero estabas. Estábamos mirándonos profundamente. Tan metido en tu sonrisa, que era tan igual que la mía, que nos confundíamos las miradas. Yo tenía mi brazo izquierdo por debajo de tu cuello y seguía hasta acariciarte la espalda; mi mano derecha posada en tu cadera. La sonrisa intacta, hasta que nos da carcajada, y dejamos de pensar en nosotros mismos sin más pudor. Disfrutar de los cuerpos sin prejuicios. Algo que nunca ocurrió porque estaba soñándolo. Hasta que un día te hiciste real. Y charlamos y pasamos tiempo juntos, y vivimos. Hasta que me di cuenta que estaba loco de amor por ti. No puedo no soñar si no es contigo. Todo me remite a tu figura, más que nada a tu rostro, aquí recostado en esta cama de hospital enchufado a saber qué cosa para poder respirar, mientras tú me aplicas quizá una de mis últimas inyecciones sin poder moverme. Te deseo y te anhelo tanto cómo a mi muerte. El dolor del pecho no se va y me está consumiendo los huesos. No puedo dejar de sufrir. Y la morfina no hace efecto. Ya no sé qué prefiero, si amar o morir. O morir amando. O morir amándote. O amar muriendo. Respirar el oxígeno que me mata y me cura a la vez. Mañana cuando vengas te sorprenderé intentando decir te amo.