lunes, 26 de mayo de 2014

HUBO UNA VEZ UN PAYASO



        Hubo una vez un gran payaso, que inspiró a otros payasos. A payasos que ya eran payasos y a otros que todavía no sabían que lo eran. Buscaba la fórmula y el espectáculo que le permitiera provocar en sí mismo y en los demás la carcajada más poderosa, y el llanto más conmovedor. Buscaba la sonrisa eterna, el cambio y la sensación más profunda.
Y hubo un día en el que jugando su propia muerte, murió realmente.
Su cuerpo se contorsionaba y hacía muescas mientras la gente reía tanto que sentía dolores de estómago tan fuertes, como el payaso en su corazón. Y tomándoselo con ambas manos por última vez, le dedicó al público su último espectáculo.
Algunos dicen que hoy día ese payaso todavía sigue vivo y está en cada uno de nosotros. 



La última historia de hoy

        Para finalizar con este día le dejó a continuación, la transcripción final de la historia que interpreto en el final del espectáculo "LOS EMIRATOS DE WILSON", en honor a los grandes payasos y las personas y que a lo largo de mi corta vida me han enseñado lo que hoy quiero transmitir a ustedes. La botella que les voy a destapar se llama: "HUBO UNA VEZ UN PAYASO"...

http://nicolasgustavoramos.blogspot.com.ar/2014/05/hubo-una-vez-un-payaso.html

          Salud!




AGRADECIMIENTOS (Lado W)



Maestr@s, Docentes, Profesor/@s, Pedagog@s, Instructor/@s, Preceptor/@s, Catedrátic@s, Monitor/@s, Consejer@s, Doctor/@s... en diferentes países, en diferentes religiones, para diferentes personas, el sustantivo cambia, la calidad también, cambian los recuerdos, cambian los adjetivos y las descripciones, y eso es porque cuando pensamos en esas palabras inmediatamente se nos viene a la cabeza una persona que la representa, o varias que han marcado su huella en nuestras vidas de arcilla. Los hay buenos, malos, regulares, excelentes, memorables, inconmensurables, otros que mejor olvidar, obsesivos y puntillosos, libres y liberales, libertarios, castrenses, estructurados, estructurantes, apasionados, apasionantes, genios, motivantes, temperamentales, despiertos, de otra época, actuales, ejemplares, detestables, estrictos, musicales, agradables, amigos, psicólogos, padres/madres, vecinos, desconocidos, conocidos, los que llevan la voz cantante, los que la despiertan, los que separan, los que unen, los que potencian, los alegres y los no tanto, los comprometidos, los que entregan hasta su sangre para que otros vivan la vida que creen que no pueden vivir, los que te abrazan en esos momentos en qué el cuerpo se cae y la cabeza sigue ahí en cualquier lado, los que pegan tus partes y te suman otras, los que nunca pasarán desapercibidos por esta tierra llena de injusticias, los que te erizan la piel cuando hablan y cuando hacen lo que dicen, los que te tienen sin desvelo leyendo o escuchando historias apasionantes, los que te brindan las herramientas para que puedas vivir, los que reparan y te enseñan que lo más valioso está en las personas, su fuerza en lo que hacen, la voluntad atada a los deseos, los que te pasan la posta para que corras al siguiente relevo y te demuestran la sinceridad y la paciencia de una cadena de favores sin más intereses particulares que transmitir que todo lo bueno y desenfrenado de culpas y miedos y de dedicación constante en la perseverancia valen más que cualquier título o dinero que lo pueda pagar; porque son formadores, educadores, idealistas, utópicos, que no piensan en demostrar, sino en enseñar con todo su ser, y siempre encuentran una solución a los problemas donde uno ve fracasos y errores, ellos sólo ven intentos, que siempre se pueden mejorar nadando en la duda entre el querer, el poder, el saber, el creer, el hacer y vaya a saber uno cuantas cosas más, y nos meten en esa rueda de nunca acabar, interminable, y nos hacen dar cuenta que lo único que importa en la vida es APRENDER A DISFRUTARLA!
GRACIAS POR INCLINAR SIEMPRE LA BALANZA DE LA EDUCACIÓN!!!
PARA LOS QUE ESTÁN, Y PARA LOS QUE ESTÁN EN MI CORAZÓN, PARA AQUELLOS QUE HAN PASADO FECUNDOS EN MI VIDA Y EN LA DE TANTOS OTROS!!!




SENTIMIENTOS Y REFLEXIONES PERSONALES (Lado W)

La importancia de colocar la energía en lo que realmente quiero hacer y lograrlo, reside en la simpleza de llevar a cabo esa frase a la realidad concreta sin otro miramiento.
Colocar la energía en lo que nos gusta hacer, hará la ecuación tan simple como eso, para obtener resultados y volverlos a tomar como punto de partida y no como final. Es una búsqueda. Es mi búsqueda.
Intento recordarme todos los días que prefiero desear que esperar, porque en la espera uno desespera, y en las definiciones uno se auto define.
Tan sólo descubrí que actuar era una manera de no traicionarme a mí mismo, por ser tan solo un momento en el que no quiero otra cosa que eso que estoy haciendo, y no pretendo ser otro aquí en otro tiempo, o en este mismo tiempo, y me libera de todo lo banal e innecesario, de todo lo superfluo y cotidiano. Para esto quiero ser realmente libre, libre de todo prejuicio, el propio y el ajeno, pero principalmente de mí mismo, y dejarme instruir por este camino que transitamos ahora tú y yo.




HERRAMIENTAS, CÓDIGOS, DISCURSO Y OBJETIVO DE LOS ACTORES Y DEL ESPACIO WILSONIANO (Lado W)

El deseo, la pasión, tomar la iniciativa, focalizarnos pero teniendo un amplio registro, ser autodidactas (aunque preferiría decir bici didactas), deben ser el motor sanguíneo que nos movilice a través de nuestro camino. Se puede desear y obrar tanto para que algo suceda que ocurrirá casi sin darnos cuenta casi como lo deseamos, pues todo se puede y debe también mejorar. El trabajo dedicado y sistemático, pensado y ejecutado con genuina intención de proyectarnos a los demás, es la herramienta perfecta para progresar. Cargar con intenciones adecuadas nuestro discurso, será siempre el detalle a pulir.
No solo proyectamos imágenes, somos imágenes y sonidos, sensaciones, expresadas a través de  universos sensoriales en espacios y tiempos que confluyen y se interconectan.
Ser espontáneos, compartir un código, y dar absolutamente todo de sí, no son una opción, son una obligación, porque así como la vida termina y empieza a la vuelta de una esquina, así también se abre y se cierra el telón. Y sólo recibiremos el aplauso cuando las luces se hayan apagado, donde ya no hay opción para arrepentirnos, tan solo quien sabe, para comenzar de nuevo.




PERCEPCIÓN, OBSERVACIÓN, PROCESO, CUALIDADES Y CONSTRUCCIONES DEL ACTOR (Lado W)

La percepción corporal del espacio, de quiénes en él se integran; de sus relaciones, del propio cuerpo, y de la situación en sí, tiene una preponderancia elevada en todo nuestro trabajo, tanto como la elaboración de un personaje, de una propuesta escénica o de cualquier acción que uno desee agregar a la lista del actor. En este proceso continuo y constante de aprendizaje en el que podemos preguntarnos mil y una cuestiones: cómo desde qué somos, quiénes somos, cómo estamos, cómo están los demás, qué vamos a hacer, cómo lo vamos a decir, cuándo, a quiénes, por qué, para qué,  en qué contexto (tanto a nivel macro como micro), entre tantas otras cuestiones, creo que siempre deben prevalecer el hábito y cultivo de la observación, y la escucha y el tacto, por sobre todas las cosas.
Esto es porque considero (y lo he podido comprobar por mi propia experiencia), que la mayor cantidad de cosas las he aprendido observando y escuchando, intentando percibir, y la mejor calidad, trabajándolas todo el tiempo. La confianza, la predisposición, la adaptación, la perseverancia, el esfuerzo, el trabajo, la preparación, la planificación, la motivación, los objetivos, y los contenidos claros, así como la disponibilidad, los buenos valores, la seriedad y el respeto, el compartir un código, entre otras cualidades, no solo deben ser practicadas y mejoradas sino además extendidas. Contagiadas en el todo podemos lograr de esta manera, y con los métodos adecuados (que son siempre distintos y debemos descubrirlos a medida que avanzamos en la profesión), una sinergia increíble que dé como resultado una realidad tal, que nada pueda escapar a ella.
La imagen de lo que se pretende crear de uno y del lugar para los demás, deben ser tan verosímiles que ya nadie sabrá en ese momento si somos nosotros mismos o aquel personaje encarnado en uno, cobrando vida desde las palabras y los silencios, desde la nada al todo. Por eso, la mirada (los ojos y su expresión) está, deberá y estará íntimamente conectada a lo que se piensa y se siente, si lo anterior se pretende.




TRABAJO, ACCIÓN Y POÉTICA DEL NO EDITOR (Lado W)

No hay peor trabajo para uno mismo, como actor, y porque no muchas veces en la propia vida, que el de editor, salvo que uno sepa y tenga el objetivo, el cómo, el qué, el quiénes, el dónde, y la imagen de lo que se quiera expresar tan clara y sentida que sea esa y no otra la manera y el canal mediante el cual queremos expresarlo. Aun así todo lleva un camino por recorrer, y ese o esos caminos deben ser mostrados. Por eso la relevancia de nuestro trabahobbie (trabajo, por un lado, por su acepción de “dolor”, de “sufrimiento”, en el sentido del esfuerzo pero no en el de castigo, en el sentido que se desprende de la incomodidad que implica realizarlo, en el sentido del gasto energético; y hobbie en el sentido del disfrute, del gozo). Y que importante también es el disfrute en todo lo que vivamos. Amar lo que hacemos es encontrar ese equilibrio entre el disfrute y la incomodidad constante, hasta el punto de verse tan inmerso en lo que se hace que no existe en ese momento otra cosa que nos desvele. Solo así podemos desvelar a los demás. No pretendamos que el otro vea o sienta aquello que nosotros no podemos hacer sentir y movilizar en nuestras propias entrañas. No podemos hacer creíble un acto, aunque este suceda y sea real, y hasta entrenado y pulido, si no creemos realmente en lo que hacemos, en lo que somos, en lo que decimos, y hacemos carne, esa letra escrita o plasmada en nuestra cabeza. Cuando uno escribe con sentimiento se transmite ese sentimiento, cuando uno desea con todo el espíritu y acciona en ese sentido, sucede. Por eso, si pesamos en lo “malo”, también sucederá, o si pensamos que no podremos lograrlo, tampoco ocurrirá.




CONOCIMIENTO, EMOCIONES y DESEO (Lado W)

Llegar a conocerse a uno mismo, a los otros, al contexto inmediato y la realidad entendida como los que nos pasa y le pasa al mundo diariamente, y descubrir los mecanismos mediante los cuales aprendemos, nos hará libres, y en definitiva más felices, y eso es una herramienta que podemos brindarle a los demás. Así es como siento la educación, no solo como el acto sublime de comunicar y transmitir, y sentir lo que otros sienten y piensan, para experimentarlo con nuestro propio cuerpo, y con los demás, sino a su vez, incentivar a otros a esa búsqueda, tender redes de confianza y fraternidad en los otros, fuera de todo discurso impuesto, pero desestructurando siempre y en la medida y forma y deseo, aquello que se quiere modificar. Todo se puede, y lo que no ahora, lleva más tiempo. Pero CREO: y este es el único dogma que me persigue. Creo en los demás, y creo en mí, y creo en esa fuerza romántica y abrumadora, que deja su impronta cada vez que dejamos que pase. Creo en nuestra capacidad de desear, y de concretar lo que se desea. Pero no el deseo como una necesidad sino como una construcción. Una construcción colectiva. Pensar, soñar y desear como un todo onírico. Hacer, modificar y replantearse para generar el ciclo. El ciclo necesario para darle vida a aquello que queremos. Y poner la vida, y todo nuestro ser, en ese momento en que lo estamos haciendo, y así es como concibo la educación. Nada más sincero, dedicado, laborioso, exhaustivo, intenso, y gratificante, que encontrarnos y encontrarse con otros actores (y no solo nuestros compañeros de escena, de obra o de como se quiera llamar), sino también con todas las otras partes que completan ese todo y que lo modifican.
Por eso me parece importante centrar también la mirada en el actor/espectador, y transportarlo a otro mundo, o a este mundo, pero hacer que levante su voz, que ría o llore, que se emocione y cante, que se entristezca o se alegre, que no solo piense sino que reflexione y quiera modificar aquello que le molesta, que lo indigna o que le gusta, y que no pase inerte su cuerpo y sus deseos frente a la vida. Lograr que cada gesto y palabra impacten en el otro como piedras y no como un vacío. Que el sentimiento sea tan fuerte e insoportable que aplauda hasta despellejarse las manos mientras llora riéndose, o que salga por la puerta despedido dando un portazo. Pero en cualquiera de los casos, que la relación de monotonía y anonimato que nos ofrece lo cotidiano y rutinario, deje aunque sea por un momento de ocurrir, para ser transformado. Esto es lo que quiero ser, y lo que otros me han aportado y han dejado que pueda serlo.




EDUCACIÓN (Lado W)

Quien decide trabajar en educación tiene saber que se embarca en una lucha constante, contra una infinidad de factores condicionantes, aunque no por ello determinantes. La única determinación debería ser el estar dispuesto a enseñar y aprender, comprender, experimentar, comunicar, y estar sensiblemente abierto a la incertidumbre.
La verdadera y sana educación no solo lucha contra la ignorancia, el descreimiento, los prejuicios, la manipulación, las mentiras, las verdades, los dogmas, la envidia, entre tantas otras cosas; la educación es el primer arma contra todo este sistema que se nos impone, que nos intenta dominar, que pretende ser omnipresente, y que da la sensación de no poder escapar de sus dominios. Su poder está dado por aquello que creemos que es. La educación es en sí misma una antítesis al sistema capitalista que nos propone que el tiempo es dinero, que todo cambia su contenido por el valor monetario, que algunos y que todo carezca de diversos sentidos, para instruirnos en su única mirada de este mundo: esto de “somos lo que valemos” y no lo que espiritualmente significamos, que toda relación es un negocio, y que lo único que importa es la imagen que transmitimos, vaciando de toda otra posibilidad y de profundidad ideológica lo que hacemos o expresamos, tratándonos cada vez más como idiotas, o como neonatos involucionados, supeditando todo a la necesidad para poder manipularnos, y todo tan simple como ocultar detrás de todo este modernismo, el nuevo conductismo adoctrinante; haciendo de un modo perverso que nosotros mismos queramos empaparnos de él, buscando libertad de expresión y delegando a la vez nuestra elección en los demás, el facilismo y el conformismo, sin lugar a dudas.
La verdadera y sana educación no entiende de la mercantilización del tiempo, porque no todos tenemos las mismas pasiones ni motivaciones, no aprendemos mediante los mismos mecanismos, y no tiene en sí misma, o no debería tener, otro interés que ser en sí misma un alimento nutritivo, lugar de buena siembra y cosecha, espacio, motivo y puente para la autofecundación y polinización, con quienes en este camino nos predispongamos a crear, a encontrar soluciones, proponer los cambios que consideramos necesarios para vivir en plenitud.




Anticipo

        Estoy terminando de pasar unos textos acerca de la educación, la actuación, y demás, parte del marco teórico, bibliografía, contenido, que vengo desarrollando hace un tiempo para poder brindar los talleres que deseo iniciar en breve, bajo una mirada: mi mirada acerca de estos puntos, de mi puño y letra, y mi pedagogía, para que quienes quieran formar parte, sepan de que se trata, y qué es lo que pretendo llevar a cabo. Seguramente hoy suba los primeros textos a cuenta gotas, mientras los vaya pasando en la compu (pues todavía los escribo primero en papel o a máquina de escribir), así pueden ir leyendo. Y en breve, los volveré audiolibros para quienes quieran escucharlo, o les resulte más ameno. Iré intercalando los cuentos, las obras, entre otras cosas, con estos pensamientos para ir generando este espacio de encuentro. El primero punto se llama educación, y tiene que ver más que nada con el contexto de lo que quiero hacer, aunque todos tendrán siempre como hilo conductor, mis deseos. Salud!




viernes, 23 de mayo de 2014

EL RELOJ





Soy mecánico de relojes. Lo que comúnmente la gente conoce y conocía como relojero. Digo conocía porque ahora ya no nos conocen tanto. En esta sociedad moderna, los relojes, en su gran mayoría, son confeccionados por las precisas manos de algún oriental, como casi todas las demás cosas. Por lo que mi oficio, como el de tantos otros, se ha visto menospreciado y desplazado por nuevos y novedosos aparatos que consumen cuanta pila o batería pueda también producirse, durar algunas semanas (con mucha suerte), y ser arrojados a la basura o bien perdidos en algún cajón de mesa de luz, olvidados. Paradójicamente sale más caro repararlos o intentarlo que comprar otro nuevamente para repetir el ciclo.
Los relojeros, como estos relojes, estamos en extinción, y no hay asociación, federación, liga u organización que se preste a denunciar, luchar y recomponer el problema que genera tal atrocidad.
Todos las personas hablan de la asociación por los derechos de los animales que viven en la calle, otros de defender osos en el ártico, otros más por el hambre en el África pero nadie se da cuenta de que estamos desapareciendo, a nadie le importa. No estoy diciendo que lo que aquellas personas (y también me incluyo), evidenciamos, protegemos o abogamos por ello, sea una cuestión banal, pero tratándose de mi leitmotiv es imprescindible que sea tenido en cuenta.
Un viejo amigo siempre me consuela con aquel dicho que dice: “Cuando el temblor sea en su casa, entenderán lo que a otros les pasa”. Pero esto sigue sin solucionar mi situación.
Nací en una familia con por lo menos cinco generaciones de trabajadores en este oficio, desde cuando funcionaban a cuerda y había que ajustarlos periódicamente, hasta aquellos que por el maravilloso efecto de un balancín generaban la energía necesaria para su funcionamiento perpetuo; obras de micro ingeniería, trabajos artesanales de una precisión y dedicación incalculables. Sistemas, máquinas perfectas de una calidad impresionante.
Me arriesgaría a decir que en el país no debe haber más de veinte o treinta personas, siendo muy generoso, que deben realizar este grato oficio con el empeño de antaño. Muchos hemos devenido también en simples vendedores o joyeros de estas nuevas fantasías que la gente gusta adquirir.
Disculpe que esté un poco negativo y apesadumbrado al respecto, pero cuando escuche la historia que le voy a contar, me comprenderá.
Cuando nací, al igual que todos en mi familia, fui bendecido con un obsequio. Un reloj. Pero no cualquier reloj. Este reloj fue confeccionado por las propias manos de mi padre, como el suyo lo fue por las manos de mi abuelo siguiendo así la tradición. Imagine ahora cual es para mí y cual sería para usted el significado. Tómese un momento. Tómese todo el tiempo que considere necesario en recrear la situación en su mente. ¿Lo ve? ¿Me entiende ahora?
Todo en la vida está íntimamente relacionado con esto. Piense: la vida tiene una duración determinada por un tiempo; “hay que saber llegar a tiempo”; “todo en su tiempo y forma”; los trenes, su serie de televisión favorita, escribir, leer, el dinero, su trabajo, el día, la noche, usted y yo, todo. Todo está relacionado con el tiempo. Lo bueno es que cada tiempo es distinto, y siempre todo valdrá la pena o no dependiendo de lo que hagamos con ese tiempo. Hasta dejarlo transcurrir sin hacer absolutamente nada útil podría ser considerado brillante dada la situación de esta vorágine en la que vivimos.
A veces creo que me acordé de todo esto demasiado tarde para la edad que tengo, que ya estoy muy viejo y esas cosas, otras veces no tanto.
El verdadero problema lo tuve hace tres meses, saliendo de mi negocio, a eso de las nueve de la noche. Un tipo alto y que no podría reconocer (porque me encontraba de espaldas a él cerrando la puerta), pero cuya silueta oscura se reflejaba en el vidrio frente a mí, solicitó amablemente mis pertenencias, a lo que accedí de igual modo a entregárselas, con tal mala suerte que al sacar todo al mismo tiempo, de los bolsillos de mi saco, saqué también mi reloj, rodando este abajo y estrellándose en mil pedazos.
El hombre se fue tranquilamente hasta perderse en los suburbios. Yo me quede solo llorando, mirando con congoja mi reloj.
Tres meses he estado queriendo repararlo y hasta logré reconstruir y fabricar con mis manos, como cotidianamente lo hago con otros trabajos, algunas de sus partes. Sigo sin hacer que vuelva como antes a dar la hora precisa. Adelanta o atrasa, pero nunca está de acuerdo, digo, de a cuerda. Lo envié recientemente a un amigo, muy amigo mío, también viejo médico y mecánico para que lo reparase. Y hace un instante, me ha enviado noticia en estas pocas líneas que quiero leer con usted:
“Amigo: ¡Cuánto lo aprecio!, mucho le quiero y agradezco esta confianza y amistad que nos ha unido por tantos años, le escribo esta carta con lágrimas en los ojos, no pudiendo subsanar su problema. Quizá si antes hubiera venido podría haber hecho algo más, pero lamentablemente su reloj dejará de funcionar seguramente mañana cuando esté leyendo esta carta”.

Disculpe que no siga contando más, pero es que no me estoy sintiendo muy…




Un poco más de tiempo

        Y para continuar con esta temática del tiempo, les voy entregar hoy con esta otra botella, otro cuento que nombré: "EL RELOJ".
          Mientras lo escribía me acordé mucho de un reloj que uno de mis abuelos apreciaba mucho y que ahora debe estar guardado en algún cajón. Era de pulsera, plateado, de malla metálica, fino y robusto a la vez, de fondo verde (cómo el color de uno de sus pares de anteojos), que indicaba día y mes, conteniendo en su interior un balancín, que al giro de la muñeca se daba a si mismo la autonomía de funcionar con eterna precisión, sin otra necesidad de un usuario que estuviese en movimiento.

Salud!




LA MONTAÑA DE HOJAS




          No hay ritual más extraño que el de quemar las hojas de un árbol. En las actuales civilizaciones, el quemar las hojas secas de un árbol entrado el otoño, es solo comparable con el accionar de nuestro querido predecesor: el hombre de Neanderthal. Es una acción por demás contaminante, como lo pueden ser en mayor o menor medida una mina a cielo abierto, o una calle céntrica de la capital en horario pico. Antiguamente, quizás, podría tener algo de razonable, pero hoy resulta incomprensible y hasta ha llegado a ser prohibido y detestado por la gran mayoría de la sociedad, salvo contadas excepciones. Este ritual aparentemente insignificante no tiene, a mi criterio, punto de comparación en la tabla de multiplicar de la idiotez humana (salvo la entendida por los pirómanos del período grecorromano). Numerosos estudios ya han dado cátedra de su carácter innecesario y también contraproducente para la salud humana y para el medio ambiente.
Pero ciertas personas, como es el caso de Antonio, salen cada tarde tras haber pasado el viento por su cuadra, habiendo arrojado las ya muy maduras hojas de su árbol canadiense, para practicar dicha costumbre. Antonio es de los que salen con su rastrillo de alambre, un bidón de kerosene y fósforos. Amontonadas las hojas, hechas una gran montaña, le arroja generosamente el líquido inflamable y prende fuego al conventillo de hojas.
Las hojas arden. Arden como la mirada misma de la mujer que está a punto de pasar a mi lado mientras escribo esto en mi anotador, camino al bar, y a la cuál miro con el rabillo del ojo. Perdone por la interrupción en el relato pero la señorita estaba realmente fogo… en fin… continúo… El calor y el humo son cada vez más intensos, y las llamas evocan formas impresionantes. Cada vez que Antonio emprende tal ejercicio, sus vecinos miran con inexplicable pasión y detenimiento las llamas, sentados en la puerta de su casa o parados de brazos cruzados, tomando mate y charlando monosilábica y onomatopeyísticamente¹ hasta verse apagar el crepitar de las hojas.
Todo parecería ser una típica, bonita y apacible postal de cualquier barrio.
Nada de eso se hubiera perdido si este hombre no hubiera juntado las hojas, y más aún, si por lo menos no las hubiera hecho arder furiosamente, y nada hubiera ocurrido si aquel viento que movió las hojas no hubiera pasado de nuevo, y no las hubiese arremolinado hasta la pérdida de nafta del derruido auto de su vecino de por medio, y este no se hubiese prendido fuego, y los bomberos hubieran llegado a tiempo, y la explosión no hubiera sido tan grande, y a su vez no hubiera llegado hasta la pérdida de gas de la cabina de otro de los vecinos, y quizás todo el barrio íntegro no hubiese desaparecido casi por completo, y no me hubiese enterado de absolutamente nada, habiéndome quedado sin hacer esta nota, salvo por el estremecedor relato de esta señora sentada frente a mí ahora en el café, con el rostro y sus brazos quemados en su totalidad.


¹ (N. del autor: no creo con exactitud que exista el término que acabo de utilizar, por lo que dejo a su entera imaginación el significado y contenido del mismo)





PRESENCIA VIRTUAL

          He estado ausente aquí, porque estoy presente en otro lugar, aunque uno nunca está presente en este lugar. Creemos que lo estamos, pero no estamos. Nuestra presencia aquí es virtual, efímera, está dada por unos y ceros, lenguajes matemáticos y lógicos, sintaxis, frases, imágenes y videos, voces, cosas y efectos que no son materiales pero que pretenden impactarnos y permanecer en el tiempo. ¿Cuál es tu tiempo? ¿Cuál es tu lugar? Escribir es de alguna forma permanecer. Pero, ¿en dónde? ¿En el papel? ¿En la red? ¿En las personas? ¿En el tiempo? ¿En la memoria? ¿Escribir es permanecer?
          Cuando el espacio en el que pretendemos estar es atemporal, universal y eterno, esa inmortalidad que nos propone es insignificante y carece de todo sentido. Todos podemos estar en el mismo lugar, en el mismo momento, en y desde cualquier lugar, y en cualquier momento, por lo que a veces entonces esa totalidad que nos incluye aún aunque no queramos, pierde su valor sensible y su significado: si está allí y lo estará por siempre entonces puedo "visitar" ese lugar o a esa persona en cualquier otro momento, y quizás nunca más lo haga, o nunca lo haga. Entonces lo que ese espacio o esa persona nos quiere comunicar pasa a ser un infinito olvido.
          Lo hermoso de la vida está para mí en su carácter instantáneo. En el aquí y ahora. En su intensidad y no en su temporalidad. 
           Suelo escribir caminando, viajando o cuando me vienen las palabras y las imágenes de esas otras historias que tal vez hayan ocurrido. Libreta y algo para escribir, o grabar. No suelo corregirlas demasiado porque me gusta disfrutar de aquello que es genuino.

            A continuación les regalo otra botella que se llama "LA MONTAÑA DE HOJAS".

Salud!




jueves, 8 de mayo de 2014

EL HOMBRE EN MEDIO DE LA VÍA*







Introducción para la lectura de EL HOMBRE EN MEDIO DE LA VÍA

Tenga la historia a mano. Si no pudo copiarla con algún medio digital, o grabador de voz, lápiz, fibra, microfibra, lapicera, mail, carbón, piedra, metal, mensaje de texto, carta, telégrafo, radio, fotografía o cualquier tipo de reproductor, hágalo. De lo contrario no podrá continuar. Tan difícil como si quisiera prender su televisión, y presionara cómodo desde su sofá, el control remoto del mismo sin siquiera sacar el televisor de la caja recién comprado. Una vez obtenida su copia llévela consigo doblada. Sea prolijo, cuídela, protéjala con su vida y muera por ella. Recuerde que cualquiera de las cosas que aquí se enuncian tiene poco contenido real. No vaya a ser cosa de que lo haga de verdad. No lo intente sólo en su casa. Salga de la misma, y diríjase a alguna plaza, patio comunal, o lugar público, o a su escuela, extiéndala y a viva voz léala o bien apréndala y recítela, o interprétela según se prefiera. Previamente no se olvide de pedir permiso (cosa que hubiera sido mejor aclarar antes que el punto anterior), y pida las consecuentes disculpas por las molestias ocasionadas ya que usted está bregando por un mundo mejor, lo que no es poca cosa. Invítela a reproducirla,  continuar con esta tradición. Para finalizar, tome la última oración de la historia y repítala incansablemente mirando fijamente a los ojos a cada uno de los espectadores, mientras permanece con los brazos extendidos. Esta introducción, no debe ser leída cómo parte de “El Hombre en medio de la vía” sino que debe ser un secreto entre usted y yo.


* PD: De precisar, modifique en cada uno de los casos la palabra hombre por la palabra mujer o la que fuera, acción mediante la cual, por ejemplo, el título entonces sería: “La mujer en medio de la vía", y hágalo también con los debidos adjetivos y demás palabras de connotación masculinas a femeninas y transgéneros”, solo para mantener la coherencia en la interpretación final. Fin del comunicado.

EL HOMBRE EN MEDIO DE LA VÍA


Lo venía pensando hace mucho tiempo. No podría precisarse cuánto; en qué momento exacto. Pero ahora estaba decidido, y eso, era lo importante. Tampoco importaba que todos en el pueblo se le rieran en la cara, nadie lo tomaba en serio. – Es un loco -, decían. – Es un bromista -, apuntaban otros. Algunos más alarmistas gritaban: - Es un suicida -. Otros más alentadores clamaban: - Es una mentira -. Los escépticos rezaban: - Es un imposible - . – Nunca va a lograrlo -. A otros tantos le daba igual y tantos más ni sabían de la historia. Apenas a veces una que otra mujer u otro hombre, y no por mucho tiempo, siempre cuidando que nadie los viese juntos, se le acercaban a preguntar. No iba a ser cosa que los tildaran de cómplices, faltaba más. Esos pocos le espetaban susurrando: - ¡¿Es verdad lo que se dice en el pueblo?!  ¡¿Por qué va a hacerlo?! ¡¿Tiene miedo a la muerte?! ¡¿Por qué se quiere morir así?! ¡¿Por qué no lo piensa mejor?! ¡¿No cree que haya otra manera?! ¡¿Por qué no desiste?! ¡¿No piensa que esto una locura?! ¡¿En qué mundo vive?! ¡¿Qué piensa su familia?! ¡¿Piensa en su familia?! ¡¿Tiene familia?! ¡¿Lo ha pensado por mucho tiempo?! ¡¿Por qué no habla con el cura Pedro?! ¡¿Ha ido al médico?! ¡¿Va a parar el tren usted solo?! ¡¿Eso es lo que pretende?! ¡¿No teme que la policía pueda llevarle?! ¡¿Cuál es la razón por la que va a hacerlo?! ¡¿Fama?! ¡¿Egoísmo?! ¡¿Proeza?! ¡¿Altruismo?! ¡¿Por la paz?! ¡¿Por dinero?! ¡¿Por amor?! ¡¿Se siente mal?! ¡¿Está triste, deprimido?! Silencios. Nunca contestaba una sola pregunta, solo los miraba fijo a los ojos sin decir palabra, hasta que cansados de no recibir la respuesta que esperaban, se retiraban ofuscados y confundidos, y hasta repartiendo improperios. Mucho se decía de él. Lo típico: “Pueblo chico, infierno grande”. Que tenía hijos. Que no los tenía. Qué era prófugo. Que había dejado a su familia por un amor prohibido y que este no lo correspondió finalmente. Que era un agitador, que era un pacifista. Que era sordo. Que era mudo. Que era un hombre de un pueblo cercano que había enloquecido. Que era un ermitaño. Que era antisocial. Que había sido un hijo de un militar, y destrozado por la muerte de su familia, se había refugiado en sí mismo. Que era anarquista. Que era un escritor frustrado, que era un sindicalista que había sido arrancado de su puesto denunciado, que había sido un hombre con poder y riqueza, y que todo lo había perdido. Que habría sido payaso y acróbata de un circo que había desaparecido hace algún tiempo. De todo se decía, se decía tanto que ya a nadie le movía un pelo si vivía o moría.
Hasta que un día, el hombre apareció de brazos abiertos en medio de las vías del único tren que pasaba por aquel pueblo. Parado sobre uno de los tablones de vieja madera, esperaba la llegada del tren. Puntual como siempre, el convoy pasaría cerca de las siete de la tarde, cargado de piedras, que provenían de la cantera del pueblo, llevándose el trabajo, el sudor, y dejando nada más que muertos y dinero en los bolsillos de unos pocos. Esas piedras que transportaba a diario, servían para alargar más las venas de acero tierra adentro y continuar su camino sin detener su marcha. Dando vida y a la vez quitándola, como si fuera un rey. Todos empezaron a pensar entonces, que era un explotado por los dueños del terreno que generosamente habían comprado por una módica suma al comisario del pueblo, que hacía las veces de intendente, y manejaba cuanto negocio habido y por haber. Otros pensaban que era un boicot preparado por un grupo de personas cansadas de esta injusticia y ejecutado por las manos de este temerario. Nadie creía lo que se proponía hacer este hombre. Todos hablaban de él, pero nadie mediaba palabra.
Lo que en verdad se sabía a ciencia cierta es que no se sabía nada que alguno pudiera comprobar realmente. Ni causas, ni motivos, ni quién era, ni por qué. Dudas y más dudas. Pero el hombre seguía ahí esperando mientras la gente del pueblo comenzaba a amucharse a un lado y al otro del pie de la colina, para observar el espectáculo. Las conjeturas proseguían: - ¡¿Nadie va a impedirlo?! , preguntaban. ¡¿Qué lo detengan?! ¡¿Qué lo fusilen?! ¡¿Qué lo eduquen?! ¡¿Qué lo castiguen?! ¡¿Qué lo perdonen?! ¡¿Qué lo llamen?! -. Todos hablaban pero nadie decía nada, y mucho menos hacían. Todos también esperaban. Mientras, la columna de humo y la bocina del tren se hacían paisaje a lo lejos, avanzando con velocidad constante, cortando el viento y el aliento de todos en el lugar. De todos menos de él. Él parecía convencido. Niños acostados en el pasto miraban con asombro lo que parecía sacado de un cuento o de una película, los periodistas del único diario se relamían por la noticia que tendrían, el maquinista transpiraba de impaciencia, los explotados gritaban apoyándolo, mientras los ricos y los comerciantes sentados en sillas con sus familias sobre la base de uno de los lados de la colina, se sacaban fotos para la posteridad que después venderían a los diarios y mostrarían a sus familias. Y el tipo seguía ahí como un monumento, pecho henchido y mirada fija en la mole rodante respirando con naturalidad, con sus brazos extendidos cual crucificado, ahí, sólo. El viento lo azotaba fuerte queriéndolo mover, pero él indiferente seguía allí. A esas alturas todos aguardaban lo peor, algunos se agarraban la nuca con ambas manos, otros se tapaban la boca, otros volteaban la mirada, pero esperaban el sonido de los huesos rotos y quizás algún grito. Otros miraban atónitos su intransigencia. Otros apostaban que a último momento se correría, pero no. La figura de aquel hombre con el atardecer de colores anaranjados, rojizos y violáceos parecía la más hermosa y a la vez trágica pintura que nadie allí hubiera podido describir jamás. El maquinista sonaba con mayor insistencia el quejoso tren, sin aminorar la marcha, pensando que el hombre se correría. Saltando a último momento, rodando colina abajo tras no aguardar convertirse en un verdugo cobarde, el maquinista se arrojó. Y el tren pasó.
Todavía hay quienes afirman que murió al instante, otros, que el golpe lo sacó disparado y murió ahogado en el lago al otro lado de la colina, aunque nunca se rescató ningún cuerpo. Algunos decían que el tren se lo tragó, y que enganchado en partes por debajo, se lo llevó hasta descarrilarse en el viejo puente que conectaba al pueblo con el siguiente. Otros comentaban que a último instante se arrepintió de su hazaña y se ocultó entre los arbustos hasta que la muchedumbre se disipara, pero ninguno de los que fueron a ver si vivía o moría, vieron sangre o lo encontraron con vida. El hombre desapareció. No había cuerpo, nadie lo reclamó, nadie lo halló durante el rastreo. Algún religioso le erigió una pequeña cruz al costado de la vía, que nunca más vio pasar un tren. Todo el pueblo descreía de lo que habían visto. Muchos aseguraban haber presenciado el impacto cuando fue embestido; los tildaban de locos. Pero lo cierto, es que el pueblo despareció también con el paso del tiempo, la mayoría se fue a las grandes ciudades luego de que la cantera que explotaba a casi todo el pueblo tuviera que cerrar por que ningún tren ni maquinista quería ir a su encuentro. Se decía que todo el pueblo había también enloquecido tras el episodio y que uno a uno fueron lejos a hacer nueva vida. - El pueblo había sido maldecido por aquel hombre- , arriesgaban en los pueblos cercanos.
Lo aún más cierto es que en otro pueblo próximo aún hoy dicen que el hombre está vivo, y que compra el pan, y que trabaja en una fábrica, y que todos los días va a la plaza, que saluda atento a sus vecinos, y que cada tanto lo ven caminando por la vías o parado en medio con los brazos extendidos.
Ese hombre soy yo.




Significaciones

          En el día de hoy, esta especie de interpretación/lectura que daremos por llamar "EL HOMBRE EN MEDIO DE LA VÍA" (o véase luego la posdata de introducción para su abordaje) fue escrita con dos objetivos. Uno de ellos es generarle a usted una molestia y un planteo de incertidumbres hasta el hartazgo, por lo que le prevengo. Quien avisa no traiciona. No busqué respuestas dónde no las habrá. Aprenda a nadar en la duda, esa incertidumbre de no saber el porqué de algo, aprenda a convivir con esas molestias que nos provoca esta situación. Existirán muchísimas preguntas, posibilidades y posibles respuestas a sus interrogantes, y verá que en cada caso todas serán correctas. Solo así podrá comprender mi segundo objetivo.

http://nicolasgustavoramos.blogspot.com.ar/2014/05/el-hombre-en-medio-de-la-via.html





miércoles, 7 de mayo de 2014

BORA BORA



Habitación de la casa de Jorge, un Comisario de unos 45 años. Mientras los espectadores van ingresando al lugar, Juan (pareja de Jorge) está en la habitación. Piensa, habla sólo, remueve papeles, los estudia, se pasea entre una habitación y otra realizando sus quehaceres. Viste camisa blanca, corbata negra y pantalón negro, está desarreglado. Cuando el último espectador termina de sentarse, Juan, de unos 30 años, estará sentado hablando por teléfono detrás de un escritorio que está situado a la izquierda hacia el fondo de la habitación. Sobre el mismo, un teléfono, un montón de papeles y documentos, un pisapapeles, una botella de buen whisky y un vaso, una caja de cigarro, un cenicero, y artículos de librería lo desbordan por completo. Una lámpara de escritorio es la única luz en el lugar. En el centro de la habitación, sobre la pared del fondo, cuelga un cuadro de grandes dimensiones: una réplica del "Dante y Virgilio en el infierno" de Adolphe Bouguereau. A su lado, una biblioteca repleta de libros. Un poco más adelante un cómodo sillón de pana. A la derecha, una puerta da un hall que va hacia la calle. A izquierda, una puerta al interior de la casa. En el centro de la habitación, una gran alfombra con arabescos cubre casi todo el suelo de madera, ocupando casi todo el sitio. Juan habla acaloradamente con su interlocutor (cuya voz nunca se escuchará), intentando estar atento a la llegada de Jorge.

Juan: _ ¿Pudiste solucionarme los papeles de Mónica? (…) ¿Pero cómo que no? ¿Qué te hace falta? (…) ¿Más plata?, no te hagás el idiota que bastante tengo con la cuota alimentaria de mis hijos. (…) No, no, no le puedo pedir más plata a Jorge. (…) ¡Bueno, apurame el divorcio porque ya me está rompiendo las pelotas todo esto! (…) Te digo que no le puedo sacar más nada. (…) ¡Me parece que se está dando cuenta! (…) (Pausa más larga, cambiando su actitud) ¿Arreglaste lo de la casa? (…) ¿Ya sacaste los pasajes? (…) ¿Los nuestros solamente? ¿Y el de él? (Sonrisa). No, no me persigo, soy cuidadoso nomás. (…) ¿O sea que por ese lado ya estamos cubiertos? (…) No veo la hora de poder disfrutar tranquilos y solos de la arena y el calor. Sobre todo del calor (Sonrisa sugerente, algo más distendido) (…) (Pausa larga).

Entra Jorge dejando la chaqueta y la gorra de policía. (Jorge saluda con la mano haciendo un gesto a Juan)

Juan: _ (Cambiando de postura, disimuladamente) ¡Bueno, entonces quedamos así, mañana nos vemos y terminamos de arreglar todo! ¡Hasta luego! (Cortando el teléfono) No te escuché cuando llegaste.

Jorge: _ Claro, para ver si me engañabas con otro (ríe socarronamente mientras toma a Juan de la nuca besándolo)

Juan: _ (Riendo también) ¡Me agarraste, (cómo hablándole a alguien debajo del escritorio), salgan chicos se acabó la fiesta!

Ambos ríen mientras Jorge va y viene entre habitaciones quitándose ropa, para ponerse cómodo mientras conversan.

Juan: _ ¿Querés que te prepare algo de comer? (Jorge disiente con la cabeza) No te esperé con la comida porque no sabía a que hora llegabas. ¿Te sirvo un whisky? (Jorge asiente) Juan le prepara un whisky y se lo da.

Juan: _ ¿Cómo te fue hoy? Te extrañé… no me llamaste.

Jorge: _ Tuve un día complicado, bah… Más que complicado, fue un día de mierda. (Juan le alcanza un cigarro de la caja se lo coloca en la boca a Jorge y lo enciende, luego lo besa en la mejilla suavemente, se miran. Jorge continúa hablando pensativo) Hubo un robo en un supermercado, para variar… Llegamos y un pendejo sacado con un fierro estaba amenazando con matar a una embarazada si no venía un juez. Catorce años el pibe, estaba muy puesto. (Silencio profundo mientras se consume el cigarro, con mirada perdida) Tanto revolear el arma se le escapó un tiro. A mi se escapó otro. (Se miran)

Juan: _ (Intentando continuar la conversación) No tenías otra salida me parece… (Jorge lo mira intensamente sin decir palabra. Juan incómodo continúa) Perdoname, dije cualquier cosa, quería decir…

Jorge: _ (Interrumpiéndolo) ¡Dejá!, no digas nada. (Cambiando de tema) ¿Cómo te fue a vos?

Juan: _ Bien, que se yo… Verti me dijo que necesita más tiempo con lo de Mónica.

Jorge: _ ¿Más tiempo o más guita? Me parece que es un vivo ese hijo de puta. Nunca me gustó ese tipo. Te está cagando. ¡Nos está cagando! ¿Hace cuánto que venimos con esto?

Juan: _ ¿Por qué decís que me está cagando? ¡Sabés muy bien que Mónica es una loca y qué siempre pone alguna traba en el medio o inventa algún quilombo con tal de hacerme la vida imposible por todo esto!

Jorge: _ ¡No sé, yo lo único que sé es que para mí me está cagando!

Juan: _ ¡Y a mí también me está cagando! ¿O vos te pensás que a mi me hace bien todo esto? No veo que se termine de una buena vez así podemos vender esta casa e irnos juntos bien lejos (Acercándose al él, arrodillándose a su lado cómo para acariciarlo).

Jorge: _ Siempre decís lo mismo, me estás enroscando, salí, salí… (Tomándolo violentamente del pelo, mirándolo a los ojos)

Juan: _ ¡Pará, pará, pará! (Jorge lo suelta) (Silencio, Juan se recompone) Hablando de la casa y el viaje, tengo buenas noticias…

Jorge: _ ¿Qué pasa?

Juan: _ ¿Te cuento? ¿O mejor no? (Seduciéndolo)

Jorge: _ ¡Dale, dejá de hacerte el misterioso! (Ambos juegan riendo cuál niños correteando por la habitación hasta qué Jorge lo agarra del cuello y lo pone muy cerca de si)

Juan: _ (Susurrándole a la boca) Ya tengo los pasajes.

Jorge: _ (Lo suelta sorprendido) ¿Qué?

Juan: _ ¡Qué ya tengo los pasajes!

Jorge: _ ¿En serio?

Juan: _ (Tomándolo y acariciándole el pecho) Sí, ya están. ¿Querés saber a donde nos vamos?

Jorge: _ No me importa, con tal de irme de acá, cualquier lado con vos me va a venir bien.

Juan: _ Mañana los tengo que ir a buscar. ¡Mañana también cumplimos aniversario!

Jorge: _ ¿De qué?

Juan: _ ¡Ay, sos un insensible Jorge! ¿Cómo de qué? Ves, que nunca pensás en nosotros, siempre pensando en vos.

Jorge: _ ¡Ah, bueno! (Riendo), ahora vos sos el romántico de la pareja, andá a cagar Juan.

Juan: _ ¡Claro que lo soy! No ves cómo te espero siempre dispuesto en casa (Haciéndose la diva, los dos ríen irónicamente) ¡Estúpido! (Se va a la otra habitación).

Jorge: _ ¡Pará, no te vayas! Dejá de hacerte el ofendido, vení.

Juan: _ (Desde la otra habitación) Dejame.

Jorge: _ ¡Daaale! Vení, no me dejés con la intriga. ¿A dónde vamos?

Juan: _ No me cambiés de tema.

Jorge: _ No te cambio de tema, decime dale.

Juan: _ ¿Del aniversario o del viaje?

Jorge: _ De las dos cosas. (Juan vuelve, con la camisa totalmente desabrochada y una toalla de mano). (Lo mira, deseándolo) Mmmmm.

Juan: _ A Bora Bora nos vamos.

Jorge: _ (Incrédulo) Claro, seguro. ¿A dónde nos vamos?

Juan: _ ¡Ya te dije!

Jorge: _ (Estupefacto, aún no lo puede creer, no emite palabra)

Juan: _ ¡Parece que viste un muerto! ¿O no era tu sueño conocer Tahití?

Jorge: _ Sí, pero uno dice Tahití cómo puede decir Costa Rica. (Con tono alegre)
Juan: _ Cuando a mi me dicen algo, yo escucho. Y cumplo también (lo besa y se va dejándolo solo en la habitación de nuevo). Me voy a bañar.

Jorge: _ (Continúa mirando hacia donde está Juan) ¿Te das cuenta por qué te amo, no?

Juan: _ No me haga reír, Comisario. (Se escucha ruido a lluvia desde el baño, Jorge empieza a mirar los libros en la Biblioteca).

Jorge: _ (Cómo pensando para si mismo) Tahití (sonríe).

Juan: _ ¡Ah, escuchame otra cosa! Llamó tu madre, pregunta cuando la vamos a visitar.

Jorge: _ Por lo pronto, voy a estar bastante ocupado pensando en el viaje ahora, no creo que vayamos.

Juan: _ Preguntó también por lo de la casa. Es una genia tu madre, piensa igual que yo. Dice que si no fueras policía, ella misma hubiera matado con sus propias manos a Mónica para que nos deje en paz. A mi, muchas ganas no me faltan.

Jorge: _ Mi madre… siempre la misma loca. (Mientras se sienta en el escritorio ordenando papeles)

Juan: _ (Como acordándose sin quererlo, gritando desde el baño) Ah, y Verti dice si firmás los papeles de la escritura, así ya podemos deshacernos de esta inmunda casa.

Jorge: _ Verti, Verti… Si no fuera porque es conocido tuyo, lo hubiera mandado a la mierda hace rato. ¿Son estos que están acá al lado de la caja?

Juan: _ ¿Qué? (Haciéndose el desentendido)

Jorge: _ ¿Qué si son estos papeles que están…? (Tomándolos y leyéndolos un poco) Si sí, son estos, no dije nada. (Tomando una lapicera) ¿Ya los leíste vos?

Juan: _ Sí, sí, ya los leí, está perfecto.

Jorge: _ (Firmando) Me quedo tranquilo entonces. (Se acerca ahora a la puerta que da a la otra habitación) Te cierro la puerta así no tenés frío cuando salís. (Se dirige al escritorio y continúa escribiendo en silencio hasta que suena el teléfono, lo deja sonar apenas y contesta. Es Verti). ¿Hola? (…) ¡Hola! ¡Hola! ¿Verti? Lo escuchó bien, ¿me escucha? (El teléfono no está funcionando bien) No, no soy…

(Comienza a transformársele la cara, Verti le está hablando pensando que es Juan y que este no quiere contestarle, Jorge continúa con el teléfono en la mano escuchando, mira los papeles que acaba de firmar, se desencaja, se para, corta el teléfono lentamente, se queda unos minutos ensimismado, mira hacia la puerta donde está Juan. Se sienta nuevamente. Golpea el escritorio, abre uno de los cajones y saca un revolver. Lo mira detenidamente).

Juan: _ (Se escucha lejano desde el otro lado) ¿Pasó algo Jorge? ¿Estás bien?

Jorge: _ (Tarda en contestar) Sí, si, estoy bien, se me cayó el pisapapeles…

Juan: _ Ah, porque escuché un golpe. ¿Quién es que llamó? (Se escucha el cerrar de la canilla del baño)

Jorge: _ (Contesta fríamente) Tu madre.

Juan: _ ¿Qué quería?

Jorge: _ Nada, nada, quería saber cómo estábamos.

Juan: _ Mandale besos, decile que estamos bien.

Jorge: _ Sí, si, ya le dije. Te manda muchos cariños. (Hacia adentro) Hijo de puta… (Comienza a turbarse, se para justo en frente de la puerta que cerró apuntando con el arma. Luego de un instante se intenta calmar. Se prende un cigarro, se sienta en el sillón de pana, y la guarda justo en el momento en que se abre la puerta y aparece Juan cambiado a medias, secándose el pelo con una toalla).

Juan: _ Apurate así vamos a comer que no pude preparar nada hoy (Mira a Jorge que no se inmuta y está conteniendo toda su ira) ¿Qué te pasa? (Jorge no contesta). ¿Seguís mal por lo del supermercado? (…) ¿Te sentís bien? (Jorge sigue sin contestar) Bueeenooo, ¿Qué pasó? ¿Te comieron la lengua los ratones? (…) ¿Te peleaste con mi madre? (…) ¿Jorge?

Jorge: _ (Extremadamente sereno pero a la vez mordiendo cada palabra) ¡No me rompás las pelotas!

Juan: _ ¡Epa!, cómo estamos hoy… (Suena el teléfono, los dos se miran. Jorge lo mira a Juan cómo si lo fuera a matar con la mirada)

Jorge: _ ¡Atendé el teléfono!

Juan: _ ¿Qué me mandás así a atender? ¿Qué te pensás que soy tu secretaria? (El teléfono parece sonar cada vez más fuerte)

Jorge: _ (Fuera de sí) ¡Atendé el puto teléfono!

Juan: _ ¡Atendelo vos!

Jorge: _ ¡Qué lo atiendas  te dije!

Juan: _ ¿Qué te pasa estúpido?

Jorge: _ ¡Atendelo la puta que te parió! (Saca el arma del costado y lo apunta. Juan se queda helado, y suelta la toalla)

Juan: _ (Le cuesta hablar) ¿Te volviste loco? Bajá el arma…

Jorge: _ (Lo mira y le señala el teléfono con la punta del arma. Y dice en un tono más calmado) ¿Por qué no te fijás quién es?

Juan: _ (Se acerca al escritorio y levanta el teléfono muy despacio, cómo midiendo los movimientos de Jorge) ¿Hola? (Es su madre) ¿Hola, mamá? ¿Cómo estás? Jorge, me acaba de decir que llamaste (…) ¿Cómo que no llamaste? (Los dos se miran) Todo bien mamá, todo bien. Acá Jorge está un poco nervioso porque tuvo un mal día, pero se va a tener que calmar porque lo van a escuchar los vecinos (dirigiéndose a Jorge, en tono serio). Nos vamos a comer ahora, te tengo cortar porque sino llegamos tarde. (…) Yo también te amo. Beso. (Corta el teléfono tan lentamente como lo levantó, mirando fijamente a Jorge, y luego de un instante comienza a gritar) ¡Mentiroso, hijo de puta!, ¿con quién hablaste antes por teléfono? (Jorge desencajado sigue sin emitir sonido) ¿Me estás cagando no, la concha de tu madre? ¿Quién era? ¡¿Quién era?!

Jorge: _ (Bajando el arma tirándola al suelo, y dejándose caer en el sillón, llorando de la impotencia) ¡Nadie, nadie…!

Juan: _ ¿Cómo que nadie hijo de puta? ¡Decime ya quién era!

Jorge: _ Nadie…

Juan se abalanza sobre Jorge, comienzan a pelearse (pero sin decirse nada), cómo sometiéndose, tiran todo a su paso, libros de la biblioteca y todo lo que se encuentra en el escritorio hasta que Juan logra someter al Jorge (se diría que casi imitan la imagen del cuadro), y casi sin darse cuenta empiezan a besarse y a tocarse apasionadamente cómo si quisieran atravesar sus cuerpos en la alfombra.

Juan: _ (Tomando el arma y apuntando a Jorge, que está acostado en la alfombra boca arriba) ¿Quién iba a matar a quién? (…) ¡Estás calladito! No decís nada… (Jugando con el arma pasándosela por los labios) ¡Así que te creés fuerte, ahora mando yo! (Se para lo apunta con el arma, y le hace seña para que se incorpore) ¡Haceme el perrito! (Jorge lo mira intrigado) ¡Haceme el perrito, dale! (Le dice mientras se sienta en el sillón, con actitud socarrona)

Jorge: _ (Que comienza a hacer lo que Juan le pidió) Qué caro que te va a salir todo esto…

Juan: _ Shhhh, shh, shhh, shh, los perros no hablan… (Riéndose)

Jorge: _ (Acercándose para lamerle los zapatos, le pasa la lengua por uno de ellos mirándolo) ¿Así te gusta? (Juan le acaricia la cabeza, los dos se ríen nerviosamente hasta rabiar; Juan se para y comienza a caminar dejando el arma en el escritorio, estando de espaldas a Jorge mientras dice) Si te quisiera cagar ya lo hubiera hecho con... (Suena el teléfono nuevamente)

Jorge: _ Con Verti. (Responde Jorge mientras los dos se abalanzan sobre el arma, logrando él quedarse con la misma apuntándolo nuevamente empujándolo lejos de sí. Se hace un largo silencio sepulcral, sólo resuena el sonido del teléfono). Atendelo y decile que te vas a ir con él. Atendelo y decile que no ves la hora de encontrarte con él para viajar, que lo amas y que ya estás preparando las cosas. Contale que ya firmé los papeles para que se puedan quedar la guita de la venta de la casa. Levantá el teléfono, cagón. ¿Hace cuánto tiempo que están juntos? (…) ¿Lo hace mejor que yo? (…) ¿Estuviste con él en la fiesta cuando nos conocimos nosotros también no, hijo de puta? (…) ¿O fue después? (Empieza a acercarse a Juan) ¿Pensabas dejarme sólo y sin nada? “¡Te amo, te amo! Sos todo para mí. Nunca antes me sentí así con nadie. Cómo me calentás. Sos el amor de mi vida. Te miro a vos nada más. Cómo te voy a engañar, ¿yo?. Me voy de Verti, vida, tengo que solucionar unos temitas de papeles. Verti me pide más plata. Mónica me está volviendo loco.” (Lo dice irónicamente imitando a Juan y escupiéndolo en la cara al final; Juan termina arrodillado llorando desesperado, mientras el teléfono sigue sonando, se limpia el rostro) No tenés cara, levantate y mirame a los ojos por lo menos, y decime que es mentira ahora,  a ver… (Juan sigue llorando) ¿Encima seguís llorando? (Jorge golpea la biblioteca y el escritorio fuera de sí, cargando el arma y preparándose para disparar.) ¡Qué te sirvan para limpiarte las manos hijo de puta! Sucio, sucio… ¿Estás sucio sabés? (Juan intenta hablar entre llantos quedando con las manos apoyadas en el suelo, Jorge le pone el arma en la nuca) ¿Esto querías? ¿Sí sabías que tarde o temprano me iba a dar cuenta? ¿Para qué? Eh, ¿por qué? ¡Te voy a hacer mierda hijo de puta, y te voy a mandar en una cajita a Verti para que estén juntitos como querían! ¿Te parece? (Jorge enfurece aún más por el ruido del teléfono) ¿No vas a atender? (Se queda esperando una respuesta que nunca llega) ¿No te querés despedir de él antes de irte?

Juan: _ ¡Jorge perdoname, por favor, por favor te pido, por dios! Perdoname, perdoname…

Jorge: _ (Levanta y cuelga el teléfono bruscamente) ¡Ahora te callás! ¡No me hablés!

Juan: _ ¡Escuchame, por favor! Verti es un hijo de puta, y yo me dejé llevar, no sé qué hice. Me empezó a extorsionar con lo de Mónica y a sacarme más guita, y me obligó a estar con él, y después me amenazó con decirte a vos todo… ¡Y yo no sabía que hacer!

Jorge: _ ¡Callate mentiroso, cínico, hijo de puta, te voy a cortar la lengua! (Lo toma del pelo mientras se lo dice)

Juan: _ ¡Pero es la verdad, por favor, creeme, yo no puedo vivir sin vos!

Jorge: _ (Riendo desaforadamente casi al borde de la locura) ¿Vos te pensás que yo soy pelotudo? ¿Vos te pensás que te voy a creer una palabra de lo que me digas? ¡Andate! ¡Andate de mi casa! ¡Andá con Verti! ¡Anda! ¡No te quiero ver más en mi vida! ¡Más vale que agarrés ya tus cosas y te mandes a mudar bien lejos!, y que no me entere a donde te fuiste porque te busco (le pisa la mano), te encuentro (lo patea) y te mato (lo patea aún más fuerte) pero de verdad, ¿me escuchaste?

Juan: _ (Entre el dolor y las lágrimas casi ni se le escucha lo que dice) ¡No, Jorge, todo menos eso por favor, no quiero estar lejos de tuyo, no!

Jorge: _ Lo hubieras pensado antes…

Juan: _ (Queriendo tomarlo para besarlo) ¡Si me dejás me mato!

Jorge: _ ¡Salí de acá de una vez! (Queriendo sacárselo de encima).

Juan: _ (Tomándole la mano en la que Jorge tiene el arma y metiéndosela en la boca) ¿No me creés? (Jorge intenta desprenderse del arma, forcejea con Juan. Suena el timbre. Se escucha una voz de hombre)

Jorge: _ ¡Corré, abrí la puerta, debe ser Verti! (Se escucha que llaman desde afuera)

Juan: _ ¡No me querés creer no! ¡Yo te amo! (Apagón. Se escapa un tiro. Juan cae al suelo mientras todo está en absoluta oscuridad. Se escucha el llanto ahora de Jorge, y a la vez una voz que proviene desde la calle, y golpes muy fuertes en la puerta).

Jorge: _ (Todo sigue a oscuras, nada puede verse) ¡Nooo, noooo! Amor, ¿Estás bien? ¡Levantate! Levantate hijo de puta, levantate. (Mientras golpea el cuerpo sin vida de Juan. Sólo se oye el silencio de la habitación y la desesperación de Jorge. Tiran abajo la puerta de calle al mismo tiempo que se escucha otro disparo.)


FIN