viernes, 19 de septiembre de 2014

QUERIDA MAYDA

Querida Mayda:

Tras este largo silencio, y toda esta distancia circunstancial que nos separa, tras las llamadas que no continué haciendo tras tu partida, por respeto hacia ti y a tu decisión, y dada mi posición, he decidido escribirte sin más para decirte que te amo, ¡que eres la mujer de mi vida!, que desde que te conocí nunca quise aceptarlo por miedo a entregarme a ese abismo de no saber, y estúpidamente hoy no sé qué hubiera sido. Nunca he amado a nadie como a ti. Profundamente. En silencio. A escondidas. Aún hoy estás en mis sueños, está tu sonrisa y tus ojos, y esa chispa en tu mirada, y tu piel trigueña hermosa, y los tatuajes de tu cuerpo que antes me hubieran guiado, y que ahora danzan lejos; tu voz, y tu risa, tus manos, tus besos suspendidos, la alegría de verte, de sentirte y de percibirnos.
Maldigo toda la mentira de todos estos años de no haber querido verte única e increíble como lo eres, por idiota, por no saberte valorar como hubiera debido, como lo mereces. Todos mis recuerdos terminan en ti, o eres el comienzo de ellos, eres mi comienzo. Nunca nadie me ha hecho vibrar como tú, y todo esto vuelve a mí en los malos y en los buenos momentos, y detesto no haberlos podido compartirlos contigo. Acéptame, por favor. Acéptame nuevamente en tu vida. Amémonos. Quiero vivir mi vida junto a ti. Te extraño. Quisiera que me abraces. Que nos abracemos fuerte. Que nos unamos. Eres el destino de mi rumbo. Mi brújula apunta hacia ti. Y al no saber cómo hacer para decirte todo esto antes, y pedirte mi más sincera disculpa si te he hecho sufrir, te pido ahora que por lo menos me contestes esta carta, aunque sea para decirme que no tienes más ganas de saber de mí. Sé que la dirección de la casa a la cuál escribo es de tu hermano, pero sé también que recibes correspondencia en ella. Sea lo que sea que tengas para decirme te comprenderé. Pronto podré tener conmigo el pasaje para ir a tu encuentro e ir hasta allí a buscarte mas si tu respuesta es si entonces estaré a la hora y en el lugar que me indiques para encontrarnos.
Mi vida tiene sentido, pero cuando tu alma está junto a la mía, refulge aún más. Podría pasar horas contemplándote, escuchándote: te admiro. Añoro con conocerte de nuevo, y susurrarte al oído todo lo que guarda mi corazón. Todo este tiempo imaginé de diez mil formas distintas nuestro reencuentro. Pienso en aquella noche, en la última comida que disfrutamos juntos, en las frutillas con chocolate, canela y pimienta. Pienso en ese cartel de “La voracidad” pegado en la puerta de entrada a tu cuarto y pienso en todo lo demás. Pienso en ti. Y aunque me digas que no, que ya no es momento de correspondernos en el sentimiento, intacto hasta el día en que muera quedará mi corazón reservado para ti, soñando con llegar a tus brazos.

                                                                                 Nicanor.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

10 SEGUNDOS

Un atleta de velocidad de cien metros llanos tiene un promedio de vida profesional de quince años. El atleta de velocidad se prepara, trabaja, se piensa y quiere sentirse, y quiere ser el más rápido del mundo, es decir, ser la persona que logre recorrer en el menor tiempo posible esos cien metros. Normalmente una carrera de esta índole no dura más de diez segundos. De hecho, los records mundiales están por debajo de esta marca.

El entrenamiento es arduo, muy duro. Casi siempre ocupa alrededor de unas cuatro a seis horas diarias, sin interrupción, luego de su trabajo cotidiano o de atender su estudio. Combina generalmente sus prácticas con gimnasio. Compite en cuanto torneo pueda presentarse. Se prueba a sí mismo, todo el tiempo. Se supera con cada milésima de segundo que logra bajar del cronómetro. Se indigna con cada centésima que sube, aprieta los dientes y cierra los puños. Llora. Se ríe. Aprende. Sale de los tacos de partida como un rayo, y atraviesa con el pecho la meta cómo una máquina demoledora podría atravesar fácilmente una pared de ladrillos. Su vida está ahí, en ese instante, en cada instante, en ese momento exacto, en cada respiración, en cada latido del corazón que lo acerca más al triunfo o al fracaso. Entrena durante horas para aprovechar al máximo esos segundos. Su vida se divide de diez en diez. En el momento de la competencia incluso, es frecuente que piense que esos diez segundos son sus diez últimos segundos de vida, de esa fugaz vida de corredor de velocidad en cien metros llanos. Quizá con suerte si estudia y se dedica pueda ser luego buen profesor de otro corredor cuando ya no esté en actividad, pero antes que suene el disparo y su cuerpo reaccione, no puede pensar en otra cosa que correr y rápido. Nunca mira hacia atrás. No puede volver a atrás. Percibe a los otros corredores, pero su mirada está puesta en un punto más allá de la llegada. Se concentra. Suda. Piensa en algo que lo motiva, se da ánimos, intenta que los malos nervios y debilidades se alejen. Agita sus piernas y sus brazos. Intenta relajarse para disfrutar al máximo ese espacio. Mira a su entrenador, a sus compañeros y a su familia a lo lejos, pero nunca puede escuchar lo que le gritan para alentarlo. Cuando está corriendo su estado de concentración puede ser tan elevado, que mientras lo hace, no percibe otros sonidos que el de su corazón y su respiración. Recuerda todos los momentos de su vida en menos de una milésima de segundo, mientras que en la otra milésima sigue allí a punto de colocarse en su andarivel, presto a tomar su posición en el taco de partida a la señal del juez. “¡A su marcas!”, y la adrenalina lo desborda. “¡Listos!”, y la tensión en cada milímetro de sus músculos y su postura es determinante. “¡Bang!”, y ya no hay tiempo para pensar que en menos de lo que se puede tardar en leer esta frase ya todo haya terminado. Miles de horas de entrenamiento simplemente para eso: dedicarse y ser el atleta profesional más rápido del mundo por menos de diez segundos. Infinitas veces sufre la derrota, cae, se deprime, se lesiona, pero tantas otras veces más se vence a sí mismo, se levanta, se recupera. A diferencia de lo que se cree, un atleta compite más contra sí mismo que con los otros corredores, con los que solo transcurre un instante. De hecho, su más grande adversario es él mismo, y el tirano segundero que corre para todos por igual. No corre por el oro, corre para sentirse vivo. Corre para probarse a sí mismo que puede; que puede honrar cada segundo que le fue concedido con intensidad. Corta el viento. Es hijo del viento. Vuela bajo para sentirse en lo más alto. Cada paso es un obstáculo más que queda tras de sí, y que acorta el camino para llegar a su felicidad, que es poder comenzar de nuevo la siguiente carrera.


viernes, 12 de septiembre de 2014

REFLEXION PERSONAL

Time is not money. Time is life. El tiempo es vida. Yo quiero actuar. Quiero ser actor. Actor de la película de mi vida. ¿Vos también querés ser actor de tu propia película?


lunes, 1 de septiembre de 2014

DIÉGESIS DE LUNES

Para poder revelarte antes los demás debes revelarte ante ti mismo. Quitar de ti todo prejuicio, toda mirada inquisidora del mundo y de ti, liberar tu mente de ataduras, de capturas que profanan la buena energía, retornar al camino de tu esencia siempre. Y entregar tu cuerpo y alma a tu labor. Para que te crean, debes creer en ti. Tomar la iniciativa. Ser el piloto de tu barco, dirigiendo tu embarcación a buenos puertos. A tu objetivo. Tu pasión. Y entregarte a la pasión de sentir cada instante cómo único, de manera de ser una antena que irradia energía. Y que puede percibir a los demás como un todo, y como cada uno. La mirada es, sin duda alguna, un punto de contacto con el universo del otro y con el propio. Con otros mundos, con otras miradas. Puede uno verse y no reflejarse. O verse y verse reflejado. La empatía es más cómoda. Hay que saber recibir la no empatía o elegir no hacerlo. Desarrolla tu vida y busca las herramientas que te permitan avanzar hacia tu plenitud. No te olvides de ser niño. Ni de soñar y de intentar todos los días eso a lo que no te atreves. Presta especial atención a tu intuición, trabaja duro, acuéstate pensando en las cosas que todavía no hiciste y en cuánto te falta aprender, en cómo ayudarse, y ayudar a los demás. Deseá el bien. Sé intenso y nada pasará desapercibido en tu vida. No te rindas. Pensá siempre en todas las alternativas, y los obstáculos serán entonces solo entretenimiento. No te pares. Continuá equivocándote pero siempre en algo distinto. No repitas. Informate. Experimentá. Hablá por tu propia experiencia, y no habrá más que el límite de tu imaginación. Probalo. Cambialo. Escribí tu propia historia. Se actor de profesión. Sé también actor en tu propia vida. Motiva a otros a que hagan lo que disfrutan hacer. Sé paciente. Deseá con ímpetu. Actuá con decisión. No esperés o delegues en los demás lo que vos mismo podés realizar ahora, y que puede cambiarte por el resto de tu vida. No te quejés. Pensá que las posibilidades son infinitas, y que quizá te falte algo por hacer. Nadie te representará nunca mejor que vos mismo. Se genuino, creativo, innovador, se vos mismo. Y nunca esperes o hagas las cosas esperando reciprocidad. Entonces tal vez algo imperceptible cambie a tu  alrededor.