Querida Mayda:
Tras este
largo silencio, y toda esta distancia circunstancial que nos separa, tras las
llamadas que no continué haciendo tras tu partida, por respeto hacia ti y a tu decisión,
y dada mi posición, he decidido escribirte sin más para decirte que te amo, ¡que
eres la mujer de mi vida!, que desde que te conocí nunca quise aceptarlo por
miedo a entregarme a ese abismo de no saber, y estúpidamente hoy no sé qué hubiera
sido. Nunca he amado a nadie como a ti. Profundamente. En silencio. A
escondidas. Aún hoy estás en mis sueños, está tu sonrisa y tus ojos, y esa
chispa en tu mirada, y tu piel trigueña hermosa, y los tatuajes de tu cuerpo que
antes me hubieran guiado, y que ahora danzan lejos; tu voz, y tu risa, tus
manos, tus besos suspendidos, la alegría de verte, de sentirte y de
percibirnos.
Maldigo toda
la mentira de todos estos años de no haber querido verte única e increíble como
lo eres, por idiota, por no saberte valorar como hubiera debido, como lo mereces.
Todos mis recuerdos terminan en ti, o eres el comienzo de ellos, eres mi
comienzo. Nunca nadie me ha hecho vibrar como tú, y todo esto vuelve a mí en
los malos y en los buenos momentos, y detesto no haberlos podido compartirlos contigo. Acéptame, por favor. Acéptame nuevamente en tu vida. Amémonos. Quiero
vivir mi vida junto a ti. Te extraño. Quisiera que me abraces. Que nos
abracemos fuerte. Que nos unamos. Eres el destino de mi rumbo. Mi brújula
apunta hacia ti. Y al no saber cómo hacer para decirte todo esto antes, y
pedirte mi más sincera disculpa si te he hecho sufrir, te pido ahora que por lo
menos me contestes esta carta, aunque sea para decirme que no tienes más ganas
de saber de mí. Sé que la dirección de la casa a la cuál escribo es de tu
hermano, pero sé también que recibes correspondencia en ella. Sea lo que sea
que tengas para decirme te comprenderé. Pronto podré tener conmigo el pasaje
para ir a tu encuentro e ir hasta allí a buscarte mas si tu respuesta es si
entonces estaré a la hora y en el lugar que me indiques para encontrarnos.
Mi vida tiene
sentido, pero cuando tu alma está junto a la mía, refulge aún más. Podría pasar
horas contemplándote, escuchándote: te admiro. Añoro con conocerte de nuevo, y
susurrarte al oído todo lo que guarda mi corazón. Todo este tiempo imaginé de diez
mil formas distintas nuestro reencuentro. Pienso en aquella noche, en la última
comida que disfrutamos juntos, en las frutillas con chocolate, canela y pimienta.
Pienso en ese cartel de “La voracidad” pegado en la puerta de entrada a tu
cuarto y pienso en todo lo demás. Pienso en ti. Y aunque me digas que no, que
ya no es momento de correspondernos en el sentimiento, intacto hasta el día en
que muera quedará mi corazón reservado para ti, soñando con llegar a tus
brazos.
Nicanor.