Un educador es
un optimista. Es aquel que encuentra solución a todo, la construye con el otro,
aún en la mayor adversidad, y acepta que no tiene todas las respuestas pero
puede hacer las preguntas correctas. Es el que ve en cada situación una
oportunidad y en cada persona la esencia que lo hace único y auténtico, y lo
potencia, se lo muestra, le da la confianza que cree haber perdido, le ayuda a
focalizar sus energías, lo guía.
Un educador
está en cada detalle, escucha, percibe, siente las notas que componen la música
de la vida, las transita, las aprende, enseña todo de sí, se fructifica en los
demás.
Un educador,
un verdadero, apasionado y sensible educador es un enamorado que se entrega
pleno y sin miedos al qué dirán, vivo, sin temor al sufrimiento que es su amigo
momentáneo, su maestro, se arroja a la felicidad de la experiencia, del conocimiento,
de lo desconocido, de lo nuevo. Hace que nada en su vida y en la de los demás
sea monótono, encuentra siempre la manera de llegar al corazón y desnudarlo sin
romperlo. Lo desarma, le ajusta las piezas que están gastadas, las fortalece,
las cuida y las renueva.
Un educador es
un sembrador que siembra hasta en una piedra, persevera y permanece paciente y
produciente, sabiendo que quizá no vea nunca el fruto de su esfuerzo, pero tal
vez despierte la curiosidad en otros. Es utópico y pragmático al mismo tiempo.
Es realista. Puede ver donde otros se ciegan, comprende que hasta para lo
imposible existe un método para llevarlo a cabo, y que ese llevar a cabo es con
los demás.
Un educador es
la gota que filtra la roca, un pájaro que rompe con su jaula y enseña a otros a
volar, se entrena, se educa también a sí mismo, se instruye, se modifica a sí
mismo para entender a los demás y conocerse, es el capitán tenaz, guerrero y
protector de un barco que navega la tempestad de lo incierto pero que intenta
siempre abordar a buenos puertos, es un sembrador de esperanzas, es una lente
que nos muestra el mundo con ojos tiernos, puros e inocentes de niño. Pule y da
brillo al metal como un herrero y da temple hasta una espada de madera.
Un educador
comprende que nada es definitivo, ni lo bueno ni lo malo, ni lo gris, comprende
la relatividad, acepta las diferencias, junta y reúne pero no aúna; es el
director de un coro en el que hace que cada voz muestre su color y eleve el
espíritu. Un educador pone sofisticadas bombas que no matan, que sólo tocan las
estructuras que nos limitan.
Un educador puede
pensar, sentir y percibir como otro, pero no hacerlo por ese otro; es el
cerrajero de miles de puertas, nos entrega las llaves y nos motiva a que
descubramos que hay del otro lado. Sabe que nada está perdido porque es un
explorador incansable, y porque nada le falta, ni llena vacíos, tan sólo nos
quita las capas como un cebolla, ablanda las durezas, lima las asperezas, y nos
demuestra que ya sabíamos lo que nos enseñaba, y que no forja de él una
necesidad o una dependencia, nos hace ver también que somos autodidactas y
educadores.
Un educador es
un restaurador que renueva la vida de las cosas y de las personas, de las
experiencias, las re significa para que veamos que el verdadero valor de las
cosas no reside en el material sino en cómo y para qué lo usamos, y cuál es el
sentido que le otorgamos y que ocupa en nuestro camino. Tiene una profesión
inacabable porque es un ser creativo, un artista, un cineasta que hace que
todos sean protagonistas de sus películas. Es conductor y acompañante en todos
los caminos. Tiene la palabra justa, el silencio exacto y el abrazo sentido.
Un educador es
un transformador, un eléctrico que trabaja con energías, y que descubrió que
existe una forma humana de generar cambios de forma perpetua, fuente inagotable
de sensaciones, que es la constancia, el trabajo, la persistencia, el valor, el
ímpetu, la iniciativa, el ejemplo, el compañerismo, el desinterés, y el interés
noble, que a veces suelen parecer ajenos y no renovables, pero al acercarnos
para que probemos, nos contagia más que cualquier virus o enfermedad, y nos
incursiona en el camino del aprendizaje, del que no hay vuelta atrás, y es su
única adicción.
Un educador es
un político que dice que no lo necesitamos, que no lo votemos, que no hay nadie
que nos represente mejor que nosotros mismos, que nos conecta con nosotros pero
con los demás, y su plataforma política es la felicidad y la libertad. No
necesita de cuatro años para renovar su mandato porque no manda, obedece y se
renueva constantemente.
Un educador es
un sacerdote sin iglesia, un rabino sin sinagoga y un musulmán sin mezquita,
porque nos enseña que nosotros construimos nuestra religión a través de
nuestros actos, y que tenemos que tener más fe en nosotros y en los demás, sin
prejuicios ni malas intenciones, y que en definitiva todos hablamos de lo
mismo, lo vivimos distinto y somos en el fondo bastante parecidos aunque no
iguales, y no hay nada negativo en eso.
Un educador es
esa voz en la radio que habla a los demás, para recordárselo a sí mismo, y para
que haya otros también que se lo recuerden cuando crea que está alejado de la
profesión que más satisfacciones puede a uno darle la vida, que es ser solo un
ejemplo más, ni tampoco menos, y que es ser un educador por vocación, y que no
hay dinero en el mundo que pague o lo compre, porque su profesión es un
constante cheque en blanco.
Un educador
hace fácil lo difícil, simple lo complejo, posible lo que parece inalcanzable;
es un banco que solo atesora las más valiosas experiencias por vivir, y por las
que está dispuesto a morir, de alegría. Sabe también esperar, y transitar la
tristeza, porque ve todo como una continuidad, y hace que los inseparables
parezcan uno solo y sigan siendo cada uno.
Un educador es
un escritor de novelas fantásticas que se sirve de la imaginación para desafiar
los obstáculos de la realidad. Es además un lector empedernido que descifra
hasta el más intrincado jeroglífico.
Un educador es
un reloj que nos despierta de los sueños y nos invita todos los días a que lo
hagamos realidad.
Un educador es
un luchador que no golpea pero nunca se rinde, su mayor arma es un herramienta
y se defiende con su voz, su acción y su ejemplo, y el poder reside en sus
convicciones; pelea contra la ignorancia, estudia a sus adversarios los “no puedo”, a los aliados del “no se” y del desgano, y los convierte a las filas de la educación
para volverse invencible, pues cuando un educador muere, vive en los demás, y
su espíritu resuena a pesar del bullicio.
Un educador es
un militar que sabe no morir con las botas puestas si siente que las que le
ofrecen pueden hacerlo crecer y ayudar así a los demás.
Un educador es
una botella en el mar, una historia por desentrañar que flota entre otras
botellas, esperando que su mensaje prenda en algún otro algún día; destapa el
habla del oprimido, reanima al cansado, fortalece y refresca al sediento, y da valor
al caminante.
Un educador
cree que todos los demás son importantes e indispensables, y piensa siempre que
todo se ha hecho de la mejor manera pero siempre también se puede mejorar.
Un educador es
un hincha que da aliento a su equipo así llueva, nieve o truene y su equipo no
esté haciendo el mejor partido, deja su garganta en cada jugada y la pasión en
todos los encuentros.
Un educador es
el mejor aprendiz.