jueves, 9 de octubre de 2014

UN EDUCADOR...

Un educador es un optimista. Es aquel que encuentra solución a todo, la construye con el otro, aún en la mayor adversidad, y acepta que no tiene todas las respuestas pero puede hacer las preguntas correctas. Es el que ve en cada situación una oportunidad y en cada persona la esencia que lo hace único y auténtico, y lo potencia, se lo muestra, le da la confianza que cree haber perdido, le ayuda a focalizar sus energías, lo guía.
Un educador está en cada detalle, escucha, percibe, siente las notas que componen la música de la vida, las transita, las aprende, enseña todo de sí, se fructifica en los demás.
Un educador, un verdadero, apasionado y sensible educador es un enamorado que se entrega pleno y sin miedos al qué dirán, vivo, sin temor al sufrimiento que es su amigo momentáneo, su maestro, se arroja a la felicidad de la experiencia, del conocimiento, de lo desconocido, de lo nuevo. Hace que nada en su vida y en la de los demás sea monótono, encuentra siempre la manera de llegar al corazón y desnudarlo sin romperlo. Lo desarma, le ajusta las piezas que están gastadas, las fortalece, las cuida y las renueva.
Un educador es un sembrador que siembra hasta en una piedra, persevera y permanece paciente y produciente, sabiendo que quizá no vea nunca el fruto de su esfuerzo, pero tal vez despierte la curiosidad en otros. Es utópico y pragmático al mismo tiempo. Es realista. Puede ver donde otros se ciegan, comprende que hasta para lo imposible existe un método para llevarlo a cabo, y que ese llevar a cabo es con los demás.
Un educador es la gota que filtra la roca, un pájaro que rompe con su jaula y enseña a otros a volar, se entrena, se educa también a sí mismo, se instruye, se modifica a sí mismo para entender a los demás y conocerse, es el capitán tenaz, guerrero y protector de un barco que navega la tempestad de lo incierto pero que intenta siempre abordar a buenos puertos, es un sembrador de esperanzas, es una lente que nos muestra el mundo con ojos tiernos, puros e inocentes de niño. Pule y da brillo al metal como un herrero y da temple hasta una espada de madera.
Un educador comprende que nada es definitivo, ni lo bueno ni lo malo, ni lo gris, comprende la relatividad, acepta las diferencias, junta y reúne pero no aúna; es el director de un coro en el que hace que cada voz muestre su color y eleve el espíritu. Un educador pone sofisticadas bombas que no matan, que sólo tocan las estructuras que nos limitan.
Un educador puede pensar, sentir y percibir como otro, pero no hacerlo por ese otro; es el cerrajero de miles de puertas, nos entrega las llaves y nos motiva a que descubramos que hay del otro lado. Sabe que nada está perdido porque es un explorador incansable, y porque nada le falta, ni llena vacíos, tan sólo nos quita las capas como un cebolla, ablanda las durezas, lima las asperezas, y nos demuestra que ya sabíamos lo que nos enseñaba, y que no forja de él una necesidad o una dependencia, nos hace ver también que somos autodidactas y educadores.
Un educador es un restaurador que renueva la vida de las cosas y de las personas, de las experiencias, las re significa para que veamos que el verdadero valor de las cosas no reside en el material sino en cómo y para qué lo usamos, y cuál es el sentido que le otorgamos y que ocupa en nuestro camino. Tiene una profesión inacabable porque es un ser creativo, un artista, un cineasta que hace que todos sean protagonistas de sus películas. Es conductor y acompañante en todos los caminos. Tiene la palabra justa, el silencio exacto y el abrazo sentido.
Un educador es un transformador, un eléctrico que trabaja con energías, y que descubrió que existe una forma humana de generar cambios de forma perpetua, fuente inagotable de sensaciones, que es la constancia, el trabajo, la persistencia, el valor, el ímpetu, la iniciativa, el ejemplo, el compañerismo, el desinterés, y el interés noble, que a veces suelen parecer ajenos y no renovables, pero al acercarnos para que probemos, nos contagia más que cualquier virus o enfermedad, y nos incursiona en el camino del aprendizaje, del que no hay vuelta atrás, y es su única adicción.
Un educador es un político que dice que no lo necesitamos, que no lo votemos, que no hay nadie que nos represente mejor que nosotros mismos, que nos conecta con nosotros pero con los demás, y su plataforma política es la felicidad y la libertad. No necesita de cuatro años para renovar su mandato porque no manda, obedece y se renueva constantemente.
Un educador es un sacerdote sin iglesia, un rabino sin sinagoga y un musulmán sin mezquita, porque nos enseña que nosotros construimos nuestra religión a través de nuestros actos, y que tenemos que tener más fe en nosotros y en los demás, sin prejuicios ni malas intenciones, y que en definitiva todos hablamos de lo mismo, lo vivimos distinto y somos en el fondo bastante parecidos aunque no iguales, y no hay nada negativo en eso.
Un educador es esa voz en la radio que habla a los demás, para recordárselo a sí mismo, y para que haya otros también que se lo recuerden cuando crea que está alejado de la profesión que más satisfacciones puede a uno darle la vida, que es ser solo un ejemplo más, ni tampoco menos, y que es ser un educador por vocación, y que no hay dinero en el mundo que pague o lo compre, porque su profesión es un constante cheque en blanco.
Un educador hace fácil lo difícil, simple lo complejo, posible lo que parece inalcanzable; es un banco que solo atesora las más valiosas experiencias por vivir, y por las que está dispuesto a morir, de alegría. Sabe también esperar, y transitar la tristeza, porque ve todo como una continuidad, y hace que los inseparables parezcan uno solo y sigan siendo cada uno.
Un educador es un escritor de novelas fantásticas que se sirve de la imaginación para desafiar los obstáculos de la realidad. Es además un lector empedernido que descifra hasta el más intrincado jeroglífico.
Un educador es un reloj que nos despierta de los sueños y nos invita todos los días a que lo hagamos realidad.
Un educador es un luchador que no golpea pero nunca se rinde, su mayor arma es un herramienta y se defiende con su voz, su acción y su ejemplo, y el poder reside en sus convicciones; pelea contra la ignorancia, estudia a sus adversarios los “no puedo”, a los aliados del “no se” y del desgano, y los convierte a las filas de la educación para volverse invencible, pues cuando un educador muere, vive en los demás, y su espíritu resuena a pesar del bullicio.
Un educador es un militar que sabe no morir con las botas puestas si siente que las que le ofrecen pueden hacerlo crecer y ayudar así a los demás.
Un educador es una botella en el mar, una historia por desentrañar que flota entre otras botellas, esperando que su mensaje prenda en algún otro algún día; destapa el habla del oprimido, reanima al cansado, fortalece y refresca al sediento, y da valor al caminante.
Un educador cree que todos los demás son importantes e indispensables, y piensa siempre que todo se ha hecho de la mejor manera pero siempre también se puede mejorar.
Un educador es un hincha que da aliento a su equipo así llueva, nieve o truene y su equipo no esté haciendo el mejor partido, deja su garganta en cada jugada y la pasión en todos los encuentros.

Un educador es el mejor aprendiz. 


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